Rumania y el Mundo Hispano

Rumania Profunda

RUMANIA- ESPAÑA: UNA LIGAZON EN PAÑALES

De Trajano a Felipe, sin Aznar y esperando a Zapatero.

Si bien los lazos son antiguos, el emperador Trajano que habría de someter a los dacios de Décebal y que abriría el paso a la colonización del imperio romano en esta área, era de origen ibérico, la presencia hispánica en la Rumania de hoy sigue siendo débil y claramente muy por debajo de lo que permiten esperar estos antecedentes históricos.

Los anales registran la presencia fugaz de viajeros en los siglos pasados, generalmente diplomáticos de la época que narran sus impresiones sobre La Valaquia, Moldavia y Transilvania; los intentos infructuosos de los jesuítas por quitar terreno a sus homólogos ortodoxos; el comercio que barcos españoles practicaban con sal, grano y animales que salían de Rumania hacia el oeste . Luego ya en el siglo XX, la participación episódica de rumanos como Walter Roman y voluntarios en la Guerra Civil Española por el lado republicano y de otros como Mota que se enrolarían en el bando fascista.

Muchos, de los escasos españoles admitidos como refugiados en la ex URSS, terminarían sus existencias confinados por Stalin en la vecina Moldavia y pasarían de Pérez a Peretzov, Teresa a Tereskova, Flores a Florescu, etc. Otros pocos alcanzarían a la solidaria Rumania, como la madre del ex premier Petre Roman casada con Walter.

Durante la época Ceausescu, los lazos se mantendrían de preferencia con el sector afín a éste siendo común la presencia en el país de líderes sindicales como Marcelino Camacho y con la presencia asidua del líder eurocomunista en desgracia de Moscú, Santiago Carrillo, jefe del Partido Comunista Español

Este, amigo dilecto de Ceausescu, quien incluso le regaló un Lincoln blindado, fue coprotagonista de un episodio que lega al mandatario rumano con los Borbón que volverían a la corona española por gracia de Franco. El rumano mediando contactos entre comunistas y realistas hispánicos para facilitar la transición pacífica del poder en la península.

Luego, acaecida la democracia en Rumania vendría una corta visita de Felipe González a Bucarest, donde el líder socialista disertaría sobre el proceso democrático, los riesgos de la corrupción inherente y como ésta, una vez enraizada, resulta tan difícil de combatir ya que de extirparla ni modo. En fin , un tema que el hispano dominaba bien y tanto que sería la bandera esgrimida por sus rivales para botarlo luego de un largo gobernar en 1996.

Felipe fue el último de su categoría en ver el Dimbovita.

Rumania apostó a fondo sus cartas por las relaciones trasatlánticas. Lograr la bendición de EUA, la potencia triunfadora de la Guerra Fría, fue el blanco de sus esfuerzos . La afinidad del país por sus orígenes modernos pareció limitarse a una relación más cálida con la latina Francia, no exenta esta ligazón de choques y desacuerdos, más que nada causados por la renuencia rumana a implicarse con los proyectos europeos de el Elíseo, siempre celoso de la identidad del continente ante el predominio americano.

España, gozando de un florecimiento económico se volcó a a finales del siglo en la reconquista sus viejas colonas de la américa morena, desinteresándose de la europa éstica y de Rumania en especial. Unas intentonas del pragmático Aznar por clavar picas en Flandes fueron desanimadas por un gobierno Constantinescu, ávido más que nada del reconocimiento de Washington y Bonn.

Dos errores diplomáticos, de esos que no se perdonan y a lo más se silencian en aras de buenas relaciones cometió el régimen en esa época. Fijadas visitas por las cancillerías, Aznar hubo de renunciar a pisar Bucarest ante las anulaciones sucesivas de los encuentros por parte del mandatario rumano que lo posponía, prefiriendo recibir, una vez, a otro jefe de estado estimado,con seguridad, más importante y en la segunda oportunidad , por un ambicionado viaje del rumano a la Casa Blanca, surgido a última hora.

Aznar, en esos momentos, en la cresta de la ola, no volvería a tratar de reanudar lazos con los descendientes de Trajano de Sevilla.

Quizás ahora, con gobiernos afines, con Nastase gobernando sobre el Dimbovita y un Rodríguez Zapatero sobre el Tajo, puédanse afianzar las imprescindibles relaciones entre las dos naciones latinas.

Hasta hoy las mismas tienen un triste gusto a poco lo que no es positivo para ninguna de las partes. Rumania necesita de realzar su identidad en esta región y sin dañar sus lazos con Francia, debe buscar la profundización con el mundo de habla hispana.

Arhonte de Valaquia.

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